miércoles, 18 de noviembre de 2009

Velatorio en México

Marché para Nicolás Ruiz con una extraña mezcla de sensaciones. Por una parte estaba sorprendido y emocionado con la decisión de la comunidad. Y por otro lado estaba bastante nervioso.
La vida en Cruztón es bastante tranquila y yo no sabía como debía comportarme en caso de que ocurriera algo inesperado. Además, tampoco sabía que era lo que iba a encontrarme allá, ni cual era el papel que me tocaba.

Cuando nos dejó el cohe, bajamos por una pequeña calle de arena hacia una casa humilde, hecha de adobe, con bastante gente en el exterior.
Poco a poco fui retrasandome del grupo. Sentía que estaba allí para acompañarlos y que no debía participar. Sin embargo, cuando ya me disponía a apartarme del todo del grupo y quedarme fuera, la señora más mayor de los que fuimos me tomó del brazo, sonriente, y me "obligó" a entrar con el grupo.

En la primera habitación se encontraba el ataud abierto, y varias personas sentadas en silencio junto a las paredes. Era la primera vez que veía una persona muerta y me sorprendió que apenas me impactara. Supongo que la cosa cambia mucho cuando conoces a esa persona.

En seguida apareció Rubén, al que apenas conocía de vista de los dos días que pasé por la Frayba. Uno a uno fuimos saludando y dandole el pésame. Estaba sorprendido y muy emocionado, pero estaba sonriendo.
Después saludamos a su padre, visiblemente más afectado. Cuando llegó mi turno yo no sabía que decir a aquel hombre mayor y triste que veía por primera vez en mi vida y él, no sé si percatándose de mi indecisión, me abrazó y me dijo. "Hoy es un día triste porque mi señora se marchó para siempre, pero que estén todos ustedes acá hace que todo sea más alegre".
Tuve que contenerme y tragar saliva dos veces para que para no dejar escapar una sola lágrima, algo que no hacía nadie en toda la casa.

Nos acompañaron hasta el interios de la casa y fue como trasladarse a otro mundo. Había más de cuarenta personas entre la sala y el patio afanadas en diferentes labores con una actividad sorprendente.
Habían matado una vaca y sobre una enorme mesa despedazaban al animal ya despellejado. Se notaba un fuerte olor a carne cruda y en cubo descansaba la cabeza sanguinolenta del animal.

Algunos hombres partían los huesos del animal con ruidosos golpes de cuchillo mientras que el resto descansaban en sillas alrededor de la habitación. Las mujeres preparaban un guiso enorme al que iban añadiendo los trozos de carne ya preparados. Otras preparaban dulces, café, aguas de frutas, tortillas de maiz y botanas (tapas, aperitivos) con las tripas fritas de la vaca.
La gente conversaba alegremente e incluso se podían esuchar algunas risas de vez en cuando.

Nos sentaron a los recién llegados en una mesa y nada más ubicarme se me acercó un hombre mayor y me ofreció ana botella pequeña de agua mineral. En un principio la rechacé, pero notaba las miradas de los demás y finalmente acepté echar un trago. No era agua sino posh, un aguardiente casero de caña que toman por acá, y que es muy tradicional en los velatorios.
Muchos sonrieron al ver mi cara de sorpresa y cuando me fijé en los hombre sentados, noté que muchos de ellos estaban medio borrachos.

Al poco de sentarnos trajeron agua de frutas para todos y tortillas de maiz, y poco a poco nos fueron sirviendo a cada uno un plato del guiso de verduras con la carne. Algunos devoraban el plato con ansia y pensé que igual hacía meses, o quizá más tiempo, que no tenían la oportunidad de comer un plato así. La verdad es que estaba buenísimo.

En cierto modo me sentía algo culpable, pero me parecía fuera de lugar rechazar todo lo que me ofrecían, a pesar de que ya había comido algo antes de salir de Cruztón.

Cuando terminamos de cenar las mujeres de la comunidad se unieron al resto de mujeres para ayudar a recoger y seguir preparando cosas. Los hombres salimos fuera de la casa.
Me encontré con más trabajadores de la Frayba que habían llegado desde San Cristóbal ( a unas tres horas y media de camino) y charlé un rato con ellos, aqune en seguida se marcharon de nuevo a sus casas.

Nos sentamos todos en la acera. Había un chingo de gente y periodicamente iban ofreciendo café, panecillos dulce, botanas de tripas fritas con tortillas de maiz, cigarrillos, más café...

De vez en cuando, las mujeres cesaban su actividad y se juntaban en la primera habitación junto al ataud a rezar en voz alta y cantar oraciones, mientras que por la perta de atrás, también de vez en cuando, sacaban a algún hombre completamente borracho por el posh.
Ofrecían la bebida constantemente, pero la mayoría de los mimebros de la comunidad la rechazaban y yo hice lo mismo.

El resto de la noche la pasamos en la calle platicando. Algunos compas iban quedandose dormidos en el suelo y, según pasaban las horas, muchos de los allí presentes iban mezclando los gritos con risas y llantos, provocados por el exceso de alcohol.
Antes del amanecer nos depedimos de Rubén y regresamos de nuevo a Cruztón.

Al día siguiente note que había crecido una complicidad especial con los miembros de la comunidad. Los que fueron allá, recordaban conmigo las anécdotas de la noche, especialmente de los borrachos, y los que no habían podido ir me hacían preguntas sobre la comida, mi experiencia con el posh etc...

Dormí apenas un par de horas, y todos se preocupaban por mi, por si había descansado etc... Cuando pregunté a varios de ellospor lo mismo, descubrí que la mayoría apenas se había acostado y temprano salieron a trabajar su milpa etc..

Seguramente repita esto muchas veces pero dudo que pueda olvidarme de ese día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario