miércoles, 18 de noviembre de 2009

SOLIDARIDAD

La noche más linda que pasé en Cruztón, con el cielo despejado e inundado de estrellas, se vió interrumpida por una triste noticia llegada desde San Cristobal de las Casas. La mamá del licenciado Rubén, un hombre algo mayor que yo que trabaja hace años en la Frayba y que ayudó a la comunidad en sus demandas, había fallecido esa misma tarde.

Hubo una pequeña reunión en la que se comunicó el suceso a todos los miembros de la comunidad, y de inmediato los compas decidieron que tenían que apoyarle, como tantas otras veces la Frayba había hecho por ellos.
Cada familia aportaría lo que pudiera. No hablamos de dinero. Acá la gente apenas maneja moneda. Sus únicos ingresos proceden del maiz y el frijol que les sobra después del consumo de sus familias, que venden en los mercados de las comunidades cercanas. El resto de los cultivos, verduras, frutas,café, etc... son pequeños y están dedicados unicamente al propio consumo.

En poco más de media hora juntaron tres sacos de 50 kilos cada uno. El primero con maiz, el segundo con frijol, y un tercero con café, azúcar, arroz...y otras pequeñas cantidades de diferentes productos.

La familia de Rubénn vive en Nicolás Ruiz, municipio libre zapatista (al margen del Gobierno), a una hora aproximada de camino en coche, pero ninguno de los compas tiene.
Hablaron con una familia priista de la comunidad que tiene una pick-up grande para salir de inmediato y acordaron con él endeudarse por el trayecto de ida y vuelta. Doscientos pesos, poco más de diez euros.

Excluyendo a los compas que tenían turno de guardia en la noche y los que tienen hijos muy pequeños, dieciseis personas (hombres y mujeres) se ofrecieron para ir al velatorio, incluido el agente municipal y otros tres compas más que como dicen acá en tono de broma llevan premio gordo, tienen orden de aprensión pendiente.

Hablé con el agente municipal y me ofrecí a acompañar al grupo. Agradeció y aceptó mi ofrecimiento. Sin embargo, cuando quise pagar el transporte cambió el gesto, y después de reunirse en privado con la comisión, rechayaron mi propuesta. No fue sino dos días después y tras mi insintecia, cuando permitieron que saldara su deuda con el conductor.

Tanto el la Plata, como en la Frayba, insinten mucho en que los voluntarios no llevemos regalos ni, por supuesto, demos dinero a la comunidad, para que no se asocie a los observadores con ello, pero hay momentos en los que, personalmente, se me hace imposible cumplir con esa norma.
Por este motivo acordé con la comisión que tanto los otros voluntarios, como la Frayba y el resto de la comunidad, no supieran nada de esto.
La última parte creo que no la cumplieron. Aunque nadie me dijo nada al respecto, no me fue difícil reconocer tímidas miradas de profundo agradecimiento en mucha gente.

Llegamos a la casa poco después de las diez, y no se me olvidará la cara de Rubén cuando vió aparecer a los representantes de la comunidad ocn todo lo reunido.

Permanecimos allá hasta el amanecer. La experiencia de estar en un velatorio en México, y supongo que será parecido en muchas partes de latinoamérica, merece un capítulo aparte.

Encabezando la columna derecha de la página puse una cita de Galeano que habla de la diferencia entre caridad y solidaridad. Yo todavía no he encontrado una palabra para describir aquel gesto de la comunidad. Tanto la aportación material como la exposición de los compas. Aún me emociono al recordarlo.

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