miércoles, 11 de agosto de 2010

Adiós Tapachula

Y así, sin más, como un día llegué me marché de Tapachula. Quien me iba a decir a mi cunado en mi anterior viaje a México me vi obligado a pasar un día y medio en esta calurosa ciudad y me juré a mi mismo que nunca volvería, que pasaría casi cinco meses inolvidables en ella apenas un año y medio después.

Con algo de pena y varias emotivas despedidas después, a primeros de julio de marché de allí rumbo a Guatemala, con la ilusión de comenzar una nueva etapa...

Prostitución, temblores y otros fenómenos de Tapachula


Además de toda la experiencia en el tema migratorio, los meses vividos en Tapachula han dado para mucho. Por suerte conocí a un grupo de gente muy bueno con los que compartir las chelas, las visitas a la playa y otra serie de excursiones.

También para conocer el sórdido ambiente de los bajos fondos de Tapachula, el burdel de México, como algunos dicen por allá. Y es que el fenómeno de la prostitución, alimentado por la mujeres migrantes que no paran de llegar, esta por todas partes.

El número de clubs y hoteles por horas es impresionante, pero lo que más me llamó la atención son los botaneros. Abiertos desde bien temprano por la mañana, los botaneros son como cantinas oscuras, donde te sirven de comer con cada cerveza , con la particularidad de que están llenos de "ficheras".

La "ficheras" son mujeres, en su mayoría migrantes, de todas las edades, tamaños y nacionalidades, rara vez con algún atractivo físico, y que se dedican a hacer compañía, es decir, si quieres tener a unas mujeres acompañando tu mesa, pues no tienes más que invitarlas a la cerveza, que para ellas cuesta el triple (de ahí sacan su sueldo) y se quedan contigo. Todo lo de más que quieras negociar con ellas, se hace de puertas para afuera y dependerá ya de cada quien.


Acudir a este tipo de locales es una práctica d elo más común entre los hombres, casados o no. Y el ambiente personalmente me resultó de lo más desagradable, pero están siempre a reventar de gente. Eso si, la cereza es de lo más barato, al menos la propia...

El otro fenómeno que tuve la suerte de vivir en dos ocasiones durante mi estancia tapachulteca son los temblores de tierra. La ciudad está situada sobre una zona de gran actividad sísmica, como la mayoría de la costa del Pacífico.

La experiencia es de lo más emocionante, aunque apenas si te da tiempo a ser consciente de lo que está pasando. El primero de ellos me pilló recién levantado, a punto de meterme en la ducha. De repente empecé a escuchar un ruido como de sierra que iba incrementando y cuando me giré vi que era la mesilla de noche golpeando contra la pared. Cuando me quise dar cuenta noté movimiento bajo mis pies, pero apenas estaba siendo consciente de lo que podía ser aquello, como vino se fue.

Salí rapidamente del cuarto y según abrí la puerta vi a uno de los verladores que me miraba riendo. No me dejó terminar la frase: eso era...."si, lo sentiste fuerte eh?".

La segunda vez fue de menor intensidad, y estaba acostado en la cama por la noche, pero como apenas habían pasado tres días desde el anterior temblor y estaba sobre aviso, pude reconocerlo enseguida. Eso si, cuando la cosa sea más fuerte o dure más de cinco segundos tiene que ser para cagarse, porque se siente rugir la tierra.






Hoja de Ruta 2. Camino al Norte


Una vez en territorio mexicano, los migrantes que utilizan esta ruta tienen que ingeniarselas para llegar hasta Arriaga, punto de partida de los trenes hacia el norte. En el tramo de carretera entre Tapachula y Arriaga nos topamos con seis controles entre migra, policía y militares. Esto hace practicamente imposible que lo intenten por carretera. La mayoría opta por hacer el camino a pie, cinco o seis días de ruta.

Aquí paro un momento para plantearme una de las preguntas que no he logrado responder. Cómo es posible que en ese pequeño tramo haya seis controles para controlar el paso de migrantes y tanto en la frontera como en Arriga sean inexistentes...saber.

Arriaga es una pequeña población sin encanto, extremadamente calurosa y dividida en dos por la vía del tren. La calle está llena de migrantes esperando la llegada del próximo tren.

Pasamos por la casa del migrantes y curiosamente está casi vacía. EL encargado nos explica que los migrantes prefieren esperar alrededor de las vías porque no se sabe con precisión a qué hora llega y cuando sale y prefieren no arriesgarse a perderlo, a pesar de que allá les ofrecen cama y comida gratis. Además, la gente que llega hasta aquí con coyotes, suelen disponer de pisos francos donde esperar la llegada del tren.

Decenas de personas se acumulan alrededor de las vías compartiendo el agua y la poca comida que tienen.

Muchos son reacios a hablar con nosotros o a que les tomen fotografías. Las bandas de crimen organizado que operan más al norte, muchas veces infiltran en este punto a "halcones" que se dedican sacar información a la gente sobre quienes tienen familiares en los Estados Unidos o alguien que les mande dinero para utilizar esa información a la hora de hacer secuestros masivos.

Con el paso de las horas vamos familiarizandonos con el ambiente y conseguimos hablar con muchos de ellos. Las historias de pobreza y futuro negado se repiten. También se diferencia claramente por su actitud entre aquellos que ya han estado en los Estados, los que han hecho la ruta varias veces y quienes viajan por primera vez. La proporción de hombres es netamente superior.

Al día siguiente por la mañana el tren ya ha llegado y la actividad aumenta considerablemente. Los migrantes se mueven buscando su lugar sobre los vagones de carga para soportar las doce horas que dura el primer trayecto antes de cambiar de tren. De la nada han surgido decenas de personas que pasean junto a l tren vendiendo agua, bocadillos , fruta etc....

Intentamos acercarnos a hablar con los operarios del tren, que enganchan los vagones atestados de personas antes de partir, pero no quieren saber nada de nosotros.

Por fin llega el momento, enganchan la máquina y el tren comienza a andar. Los migrantes saludan al pasar junto a nosotros mientras la ilusión por el comienzo del viaje se dibuja en sus rostros. Algunos llevan varios días esperando este momento en Arriaga. Otros apenas acababan de llegar.

Pablo, uno de los compañeros, va sobre el tren, mientras que nosotros vamos apor el coche para seguir la ruta por carretera.

Agarramos el carro y salimos por la carretera en dirección a Oaxaca. A los pocos minutos la vía ya corre paralela a la carretera y esperamos para ver pasar el tren. Llevamos diez minutos esperando, creo que el tren ya pasó, pero al acercarme a preguntar a un campesino me asegura que no. Que extraño.

Pasan otros diez minutos eternos antes de que veamos el tren a lo lejos, y cinco más hasta que llega a nuestra altura. Es increíble lo lento que puede moverse!! Ya nos lo habían advertido, pero nunca pensé que tanto. La velocidad máxima es de 30 km por hora y de la sensación de que la gente puede bajar y subir del tren en cualquier momento.

De hecho, como más tarde nos contaría Pablo, cuando el tren atraviesa un campo de mangos la gente se baja a recoger la fruta y se vuelve a subir sin muchos problemas.

Hacemos contacto con Pablo para concretar donde debe bajarse. Sabemos que el tren está relativamente vigilado a su paso por Chiapas, pero cuando entra en Oaxaca existe más peligro, y el peligro aumenta según avanza el camino.

Dicho y hecho. Ya en Oaxaca recogemos a Pablo, al que le ha cambiado la cara.

Según entra en ese estado el tren, las vías se alejan de la carretera. Dos de los migrantes se levantan y se quitan las camisas de manga larga para lucir sus tatuajes de la mara salvatrucha.
La gente no parece alterarse mucho, pero todos lo que comparte vagón con Pablo, automaticamente dejan de hablarle y se cambian de vagón.
Los mareros recorren el tren hasta llegar a su altura y se sientan uno a cada lado.

Empiezan a hacerle muchas preguntas sobre sus intenciones en el tren, sobre los que vienen siguiendo en coche...en este punto Pablo está muy rápido, porque explica que trabaja para la iglesia y que estamos siguiendo la ruta para intentar cubrir algunas de las necesidades de los migrantes etc...

Finalmente le explican que el tren lo controla la mara y que hay pagara la mara para poder viajar en él. En realidad quería asegurarse que nadie tome fotografías de ellos mientras empiezan a cobrar su impuesto a todos los que viajan en el tren, y después de amenazarle le "invitan"a bajarse en el próximo pueblo.

Muchos son los testimonios que hemos escuchado de cómo la mara arroja del tren a quienes no pueden pagar la tasa, así que Pablo puede considerarse muy afortunado.
Cosas como estas te recuerdan de golpe donde estás, a qué tipo de personas te enfrentas y lo complicado de la ruta.

Ya en Oaxaca pretendemos seguir la ruta hasta Veracruz, el punto de unión de los trenes con los que llegan desde las otras rutas migratorias que vienen de diferentes puntos del sur del país. El punto más caliente de la ruta hasta la frontera norte.
Tenemos los ánimos arriba, a pesar del susto de Pablo, pero rápidamente se encargan de bajar nuestra euforia.

Hablamos con varias asociaciones y organismos oficiales para tantear cómo acercarnos hasta allá y nos desaconsejan llegar a Tierra Blanca (Veracruz) sin un respaldo oficial. En palabras de uno de los oficiales de migración: "Esa es la zona más caliente de toda la ruta, territorio de Los Zetas (crimen organizado) y los secuestros masivos. Si llegais por vuestra cuenta en siete minutos los zetas tiene a alguien siguiendo vuestros pasos, y si vais a hablar con el alcalde o la policía en tres".

Suficiente para nosotros por esta vez. Algunas entrevistas más, muchos deseos de buena suerte para los migrantes con los que venimos coincidiendo desde Tecún Umán y regreso para casa, en silencio, cada uno con sus pensamientos y supongo que Pablo, recuperandse todavía del susto.







lunes, 2 de agosto de 2010

Hoja de ruta 1. Cruzar la frontera


El día en que comenzamos a seguir la ruta del migrante amanece gris y lluvioso. Eso no quita que el calor sea sofocante. A primera hora de la mañana nos dirigimos en coche hasta Ciudad Hidalgo, en el lado mexicano de la frontera suroeste con Guatemala.

Dejamos el carro estacionado y nos dirigimos río abajo alejándonos del puente que hace las veces de paso fronterizo, en busca del lugar por donde miles de personas cruzan en lanchas diariamente saltándose el trámite burocrático.

Lo primero que me llama la atención es la naturalidad de un acto que no deja de ser delictivo. Apenas a un centenar de metros del puente, decenas de lanchas formadas por dos neumáticos de camión con unas tablas encima, cruzan constantemente de un lado a otro del río.

Rápidamente se acercan algunas personas a ofrecernos sus servicios e informarnos de las tarifas. Nuestra cara de güeros despistados nos ha delatado rápidamente. El precio lo sabíamos de antemano por los migrantes que pasan por la casa, y aunque en un principio nos intentan cobrar más del doble, finalmente acceden a cobrar los 20 pesos reglamentarios.

Ya estamos cruzando el río. Apenas cubre por la cintura en el tramo más profundo, pero si cruzas por tu cuenta lo más normal es que seas asaltado al llegar a la otra orilla. Los balseros son una organización más que defiende su fuente de ingresos.

El tráfico de lanchas es constante en ambos sentidos, pero no toda la gente que cruza son migrantes. Muchas personas viven a ambos lados de la frontera y realizan sus compras en un lado u otro según sean más baratos los productos. En teoría, existe un tratado de libre comercio entre ambos países y podrían cruzar por el puente tranquilamente, pero la siempre presente corrupción mexicana hace que los agentes migratorios cobren su "impuesto" a las mercancías que cruzan, mientras que en lancha llegas con todo a casa por 20 pesos.

Así, ves lanchas cruzar hasta arriba de pañales, refrescos, verduras, huevos y cualquier cosa imaginable con la dueña de la compra sentada encima mientras habla tranquilamente por teléfono.
Al llegar al lado guatemalteco (Tecún Umán), reparo en otro negocio surgido en torno a este fenómeno, los bicicleteros. Esperan a ambos lados largas filas de ellos para recoger los pedidos y transportarlos hasta las casas o negocios de cada uno.

Una vez allí, visitamos la casa del migrante, último lugar de descanso antes de cruzar a México y empezar lo verdaderamente difícil. Aunque en este punto ya existen maras que realizan asaltos, son minoritarios.

Después de platicar con el director del centro y con los migrantes que hay alojados emprendemos el camino de vuelta, con la intención de llegar hasta Arriaga, desde dónde parte el tren hacia el norte.

Cruzar le río de vuelta, aunque es más peligroso por la posibilidad de tener que enfrentarte a las autoridades mexicanas, que realizan redadas aleatorias para recaudar algo de dinero y limpiar un poco su imagen de cara a los turistas que cruzan por el puente, resulta mucho más relajada y hay tiempo para tomar fotos y saludar a todos los que se cruzan en nuestro camino.

Como decíamos ayer...

Después de tres meses de abandono total de este espacio, me dispongo de nuevo a reflejar con palabras cómo sigue mi vida por este lado del atlántico.
El abandono ha sido provocado por diversos factores, entre los que sin duda el puesto de honor se lo lleva la pereza y mi innata capacidad para dejar las cosas a medias. Tras el breve ejercicio de autocrítica repasaremos el resto de excusas que me invento.

El trabajo en Tapachula me dejaba poco tiempo para esto. Más por la necesidad de desconectar una vez finalizada la jornada que por hecho de no disponer de unos minutos para sentarme frente a la compu. El caso es que por unas cosas o por otras, el yoga o las cervezas se terminaban por imponer.

Supongo que también me hacía falta tiempo y distancia para analizar todo lo vivido en los más de cuatro meses que pasé en la casa. El tema migratorio es un drama humanitario que viven a diario millones de personas en todo el mundo y el caso de México tiene una serie de particularidades extraordinarias que lo hacen único.

El Padre Flor María, una de esas personas que te enriquecen y celebras haber conocido, solía decir que México es un gran cementerio sin cruces para los migrantes centroamericanos. A lo que se puede añadir que la migración se ha convertido en un negocio subterráneo como el narcotráfico.

Siguiendo la ruta desde Tecún Umán, en Guatemala, hasta Veracruz, es muy fácil comprobar cómo hay montado todo un sistema de recolección de dinero en torno a la situación de máxima vulnerabilidad de las personas en tránsito hacia el sueño americano. Y es que en un país donde la corrupción domina todas las capas de la sociedad, no tardaron mucho en sacar provecho de la situación.


miércoles, 14 de abril de 2010

Hermano migrante


Ante la crisis, ante el alejamiento de su familia, los migrantes siguen de pie, continúan luchando.
Muestran la fortaleza de un pueblo que aún ante la más grande desolación económica mantiene su deseo de mejorar.
No es un caso aislado, es una realidad colectiva.

Carlos Hagerman. "Los que se quedan".

Indignación, rabia, tristeza...

Definitivamente hoy no es un buen día. Coincidiendo con el aniversario de la II República, repaso las noticias que me llegan desde España de los últimos días que demuestran lo lejos que estamos de una sociedad democrática ejemplar. La comparativa con otros países, como México, nos es claramente favorable, pero eso no quita que me sienta perplejo no ya ante el proceso abierto contra Garzón, sino ante las reacciones de buena parte de la sociedad a favor de dicho proceso...¿Tan poco hemos avanzado desde 1975?


Aunque mucho menos mediática, e igual influido por el minúsculo poso de "periodista" que puede quedar dentro de mi, repaso la información sobre la sentencia del caso Egunkaria y me pregunto ¿quien ha ganado el juicio? Un periódico cerrado sin motivo, sus trabajadores insultados, sus directivos torturados, siete años esperando...Creo que son casos como este los que fomentan el odio a España por parte de algunos sectores de la sociedad vasca y no la educación en los colegios...

Pero en realidad son sucesos mucho más cercanos los que me mantienen así en este día.

Tomás y Neptalí, dos hondureños que huyeron de su país tras las elecciones posteriores al golpe de estado, llevan en el albergue desde principios de diciembre. Salieron de Honduras sin nada y llegaron como pudieron hasta acá. Solicitaron refugio en el país y cinco meses después han recibido un respuesta negativa esta mañana. Tiene 30 días para abandonar el país por cualquiera de sus fronteras.

Tomás pertenecía al ejército, pero era afín al Gobierno de Zelaya, formando parte de la seguridad presidencial. Se opuso al golpe y fue amenazado. Tras las "elecciones", miembros del ejército golpista irrumpieron en su casa y amenazaron con asesinar a él y a su hermano (tumbados en el suelo, con las armas apuntando a sus cabezas) si no abandonaban el país en las siguientes 24 horas.

Entiendo que es algo muy difícil de demostrar,y desconozco el proceso de investigación llevado a cabo por Acnur para emitir el fallo negativo a su solicitud. Lo que sí sé, es que tenían la decisión desde hace más de un mes y si no llega a ser por la presión del padre estarían todavía esperando la respuesta.

Ahora sienten que han perdido el tiempo y no saben bien qué hacer. Tomás quiere volver porque dejó allá a su mujer y su hijo de dos años, pero su hermano tiene mucho miedo por las noticias de represión que llegan de amigos que permanecen allá. Las otras opciones pasan por quedarse de ilegales, ya que el aunque intenten regularizar su situación a través de migración es imposible que tarden menos de 30 días, o intentar llegar a los Estados, con todo el peligro que supone. Lo que sí saben es que la semana que viene tienen que abandonar el albergue, así son las normas.

Extralimitandome de mis funciones en la casa, había entablado amistad con ellos, y la noticia ha caído como una losa para ellos, y en menor medida para mi también.

Esperando a que regrese el padre del Foro Internacional sobre Migración en la sede de las Naciones Unidas ( Es uno de los 16 miembros de la directiva) para ver si tiene alguna idea que mejore su situación, les animo a que intenten regular su situación en México a través de la oficina de migración sin creermelo mucho yo mismo.

Indignación, rabia y tristeza, en espera del otro día de optimismo y esperanza.