lunes, 2 de agosto de 2010

Como decíamos ayer...

Después de tres meses de abandono total de este espacio, me dispongo de nuevo a reflejar con palabras cómo sigue mi vida por este lado del atlántico.
El abandono ha sido provocado por diversos factores, entre los que sin duda el puesto de honor se lo lleva la pereza y mi innata capacidad para dejar las cosas a medias. Tras el breve ejercicio de autocrítica repasaremos el resto de excusas que me invento.

El trabajo en Tapachula me dejaba poco tiempo para esto. Más por la necesidad de desconectar una vez finalizada la jornada que por hecho de no disponer de unos minutos para sentarme frente a la compu. El caso es que por unas cosas o por otras, el yoga o las cervezas se terminaban por imponer.

Supongo que también me hacía falta tiempo y distancia para analizar todo lo vivido en los más de cuatro meses que pasé en la casa. El tema migratorio es un drama humanitario que viven a diario millones de personas en todo el mundo y el caso de México tiene una serie de particularidades extraordinarias que lo hacen único.

El Padre Flor María, una de esas personas que te enriquecen y celebras haber conocido, solía decir que México es un gran cementerio sin cruces para los migrantes centroamericanos. A lo que se puede añadir que la migración se ha convertido en un negocio subterráneo como el narcotráfico.

Siguiendo la ruta desde Tecún Umán, en Guatemala, hasta Veracruz, es muy fácil comprobar cómo hay montado todo un sistema de recolección de dinero en torno a la situación de máxima vulnerabilidad de las personas en tránsito hacia el sueño americano. Y es que en un país donde la corrupción domina todas las capas de la sociedad, no tardaron mucho en sacar provecho de la situación.


No hay comentarios:

Publicar un comentario